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DE LA JUBILACIÓN Y OTRAS CONSIDERACIONES


 Acabo de ver en Ted Talks la charla del Dr. Riley Moines sobre el "éxito" en la jubilación.

Un arranque ciertamente motivador, al tiempo que paradójico, eso del éxito en la etapa de la vida en la que se supone que ya no queda nada por hacer, salvo aguardar...

Pero lo cierto es que -como miembro integrante de la creciente comunidad de jubilados- en la disertación del veterano economista he encontrado varias reflexiones interesantes que me gustaría compartir así como algún vacío inquietante sobre el que querría reflexionar.

El Dr. Moines distingue cuatro fases en la jubilación (y así titula su libro: "The Four Phases of Retirement: What to Expecto When You're Retiring?")

La primera fase consistiría en una especie de vacaciones prolongadas en las que no cuentan horarios ni obligaciones laborales por lo que el recién jubilado podría llegar a sentir una especie de euforia derivada de esa aparente libertad conquistada tras una larga vida de trabajo.

Al cabo de un año, más o menos, de "desmadre" (el entrecomillado es mío), uno empezaría a preguntarse si no hay nada más allá de todo ese torbellino de viajes, cruceros, fiestas, etc. que, en el fondo, son un entretenimiento pero, como ocurre con todo lo que gusta, termina por aburrir y producir hastío.

Así se entraría en la segunda fase, la de la depresión, en la que uno empezaría a darse cuenta de la realidad de todo cuanto ha perdido: rutinas diarias, identidad, relaciones sociales, sentido de un proyecto y, en muchos casos, poder o reconocimiento..

En esta segunda fase es posible toparse de golpe con lo que Moines denomina "las tres D": Divorcio, Depresión y Declive (físico y mental) con lo que el inicial estado de euforia deja paso a otras emociones más oscuras: miedo, ansiedad, soledad...

No hay que alarmarse. Esa segunda etapa oscura tiene la virtud de servir como revulsivo ante el nuevo panorama siniestro que ahora se muestra tras el fin de la fiesta inicial. Todo ese conglomerado de emociones negativas facilitarían el que uno empezara a preguntarse cómo recuperar el sentido de la vida en esta nueva fase de pasividad vital.

Y, así, entraríamos en la tercera etapa de "ensayo y error".

Para llenar esa especie de vacío vital de la fase anterior, el nuevo buscador de sentido debería dedicarse a hacer cosas "que gusten y que se saben hacer bien".

Para los iniciados, me gustaría señalar aquí que la propuesta de Moines para esta tercera fase de la jubilación es algo muy similar al concepto de "fluir" (Flow) acuñado por Mihaly Csikszentmihalyi en 2005.

Evidentemente, no todo el mundo puede retomar las actividades que le gustaban y se le daban especialmente bien, ya sea porque jamás desarrolló grandes habilidades en tarea alguna o bien por deterioro físico o mental o por imposibilidad de cualquier otra índole. En cualquier caso, no está de más recuperar viejos hobbies o explorar nuevas posibilidades; asumir -con mesura- algún reto o animarse a desbrozar algún camino inexplorado.

El propio Moines es consciente de la elevada probabilidad de sufrir decepciones y fracasos en esta búsqueda de nuevas fuentes de satisfacción, con lo que corremos el riesgo de encontrarnos de vuelta en la segunda fase de depresión. Pero, de todos modos, anima este autor, es importante probar con diferentes actividades para tratar de encontrar una nueva señal de identificación.

Supongo que al cabo de esta tercera fase, luego de experimentar con bailes de salón, pintura a la acuarela, partidas de mus o ajedrez, sesiones de yoga o pilates, perdido el encanto de la novedad y abocados, otra vez, al hastío muchos jubilados se pueden sentir, de nuevo, vacíos como al final de la primera fase, la de las "vacaciones prolongadas".

Porque la pregunta "del millón" -en la jubilación como en cualquier otra etapa de la vida- es la que se refiere al sentido de la vida: "¿Qué sentido tienen todas estas actividades en el guion de mi vida?" "¿Cuál es mi propósito vital, mi 'misión'? (como le gusta decir a los coaches personales).

O, en palabras de Moines: "¿Cómo puedo sacarle el 'jugo' a mi jubilación?" 

Porque lo importante, no es hacer por hacer, sino encontrar actividades significativas cuya realización pueda transmitirnos una sensación de logro.

Para Riley Moines estas actividades estarían, sobre todo, relacionadas con el "servicio a los demás": colaborar en ONGs, poner la propia experiencia al servicio de los otros...

Y, en efecto, este sería el cierre de una brillante charla motivadora para encarar con ánimo el futuro incierto del último tramo vital.

Pero, ¿qué pasa con quienes están aquejados de un deterioro físico o psíquico importante?¿Qué iniciativas pueden desarrollar quienes se han vuelto grandes dependientes de modo que ya no pueden "servir" a los demás sino limitarse a ser servidos?

Al final de la vida -como en cualquier otra etapa de nuestra biografía personal- las grandes preguntas que demandan respuestas coherentes no son las que figuran en los best-sellers de autoayuda.

Creo que el error de muchas propuestas de autoayuda estriba en transmitirnos la idea de que debemos convertirnos en los solistas del gran concierto; como si nosotros ocupáramos el centro de la escena y todo girara a nuestro alrededor cuando una perspectiva más realista apuntaría al hecho de que no somos más que modestos figurantes en el drama vital en el que nos ha correspondido actuar.

La verdadera actitud proactiva consiste en ser consciente, en todo momento, de lo que la REALIDAD nos demanda para responder con una ACCIÓN apropiada a nuestro estado.

Por eso, me gustaría completar la brillante propuesta de Riley Moines con un apunte para quienes han entrado ya -o entraremos en breve- en esa fase del declive en la que ya no hay vuelta atrás. 

En esta fase -lo mismo que en cualquier otra etapa, insisto-, la ACTITUD personal debe prevalecer sobre la actividad. Y los componentes de la actitud ideal deberían ser la ACEPTACIÓN y la GRATITUD.

Aceptación de lo inevitable, como apuntaba Viktor Frankl, y formulación de la gran pregunta a la que alude David K. Reynolds: "¿Qué es lo que debo hacer?"

Y cuando ya no es posible "hacer" grandes cosas hacia fuera, es el momento de terminar de trabajarse por dentro; es decir, podemos terminar de pulir nuestra propia ACTITUD personal, la auténtica seña de nuestra verdadera identidad. 

Una actitud asentada en la aceptación de las limitaciones que la etapa evolutiva nos impone y en la gratitud por todo lo recibido a lo largo de la vida y por lo que seguimos recibiendo en esta nueva fase de involución, ya sea atención, cuidados, medicamentos.

Una aceptación que no es resignación, sino determinación a seguir colaborando con la vida desde las limitaciones que nos sobrevengan y gratitud, esa virtud obsoleta que, por falta de uso, nos hace perder de vista la dependencia y la gran deuda que tenemos con los demás, con la vida, con el cosmos...

(Porque quien tiene una carrera, ¿no le debe algo a sus padres que se la han costeado, a sus profesores que le han facilitado el camino, a sus propios compañeros que, en ocasiones le han prestado unos apuntes...? O, a otra escala, en este conflicto entre Ucrania y Rusia, ¿no palpamos la dependencia que tenemos del cereal ucraniano, del gas soviético...?)

Y, así, desde la aceptación y la gratitud, también podemos "servir" a los que nos sirven mostrándoles agradecimiento por los detalles que tengan con nosotros, facilitándoles su trabajo en lugar de entorpecérselo con nuestras quejas...

De este modo, tal vez no recibamos la ovación que nos mereceríamos como solistas del gran concierto de la vida pero sí que estaremos contribuyendo a la gran ovación que la VIDA -o la REALIDAD de la que nosotros somos parte integrante- se merece.









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