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Mostrando entradas de diciembre, 2013

PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO

Dejar de fumar, perder unos kilos, estudiar inglés, hacer más ejercicio… Los mismos propósitos de cada año. Duran el tiempo de la euforia del cava con el que se despide el año viejo, el tiempo que duran las vacaciones o el puente navideño, el tiempo que puede durar el espejismo de la euforia del encuentro con los viejos amigos en torno a la mesa servida dispuesta para recibir al año nuevo. Luego, al volver a la rutina de cada día, no hay tiempo, no hay ganas, no hay motivación suficiente, hay otras cosas que atender primero; si no puedo fumar, no rindo en mi trabajo, si no puedo comer lo que me apetece, me estreso, no tengo tiempo para ir a inglés porque tengo que llevar a los niños a… (¡¿a inglés?!). Algunos lo intentan al principio; unos pocos, consiguen asentar su propósito. La mayoría, a los pocos días, se ha olvidado de sus buenas intenciones y se deja ir en la vieja rutina de siempre. Y es que es más fácil dejarse llevar que remar contra corriente. Sin embargo,

"AFFLUENZA" O LA CULMINACIÓN DE LA PARADOJA PSICOLÓGICA

El afán por convertirse en ciencia, desagajándose de la filosofía, su tronco originario, y de las demás ramas del saber –ética y lógica, principalmente- que se nutrían de una misma savia,  llevó a la psicología a aventurarse en terrenos que imaginaba vírgenes pero que, en realidad, hacía ya mucho tiempo que habían sido reivindicados por otras ciencias de mayor tradición empírica: la fisiología, la biología y, sobre todo, la medicina. Habiendo renunciado al estudio del “alma” y estando el del cuerpo bien servido por las ciencias de la salud, a la psicología no le quedó más remedio que reclamar para sí el estudio de constructos teóricos –conducta, personalidad, autoestima…- que la propia psicología ideaba. La última “victoria” de la psicología ha sido el parto de la “Affluenza”. No sé si tal diagnóstico vendrá ya recogido en el DSM-5. Nada me sorprendería de un sistema diagnóstico que tanto incluye la homosexualidad como trastorno (DSM 3) como la excluye en su si

EL CULTIVADOR DE TESOROS

         Cuando por fin llegó, se preguntó si no se habría dejado engañar una vez más. Desde luego, el paraje no le parecía el más apropiado para encontrar tesoros; alejado de todo vestigio de civilización y en un entorno agreste y hostil, todo parecía apuntar a una nueva tomadura de pelo. Sin embargo, él estaba convencido de que en su destino estaba escrito que habría de encontrar la fortuna de su vida, la que colmaría sus días de dicha y daría sentido a su existir.          Pese a que los desengaños empezaban ya a pesarle y el desánimo de tantos años perdidos en vano lo habían vuelto más desconfiado, esta vez su intuición le decía que aquella vez era diferente. El anciano que le había indicado el lugar no tenía aspecto de timador; en realidad, ni siquiera había querido ponerle precio a su mapa: “dame lo creas que vale” -le había dicho escuetamente- y no rechistó por las pocas monedas que él había depositado en su mano.          El paraje era inhóspito; las raíces de los

EL CAMINO ENTRE LA HIERBA

Me lo cruzo todos los días. Portafolios en la mano, chaqueta abierta, gesto impaciente, paso rápido –más bien, incipiente carrerilla- y mirada fija en su aún no asequible destino, como si intentara parar el tiempo para poder llegar a su destino sin sobrepasar los límites del margen de cortesía de la puntualidad. Es la misma escena día tras día: la danza de la lucha del hombre apresurado contra el tiempo. Pero el cuerpo de baile de la coreografía matutina lo formamos muchos figurantes que, sin advertirlo, ejecutamos nuestra propia danza cada jornada: el mismo camión de reparto en la esquina, los mismos personajes más o menos apresurados, más o menos risueños o somnolientos que nos cruzamos casi siempre en los mismos puntos del trayecto, como en una danza bien ensayada. Es el resultado de vivir según las pautas que creamos. No sólo nos calzamos siempre determinado calcetín primero –si alteramos el orden, algo nos rechinará por dentro- sino que, además, generamos un estil