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SELFIE O AUTORETRATO AL ÓLEO?



    París, preparándose para las olimpiadas de 2024: Obras, andamios, redes protectoras, polvo... Imposible acercarse a Nôtre Dame: las obras van a toda marcha para que pueda volver a lucir su nueva aguja para los juegos olímpicos. No importa; nos hacemos un selfi para justificar que hemos estado allí, y a otra cosa.
    A lo lejos, la torre Eiffel. No hay tiempo para acercarse a ella ni -mucho menos- para subir a contemplar el paisaje desde lo alto. Es igual; un selfi con la torre al fondo dará fe de que hemos cumplido con el ritual de posar delante del monumento.
    ¿Para qué vamos a explicar el selfi del Sacré-Coeur, el de los bouquinistes, el de Montmartre o el de los demás lugares emblemáticos de París? (Respecto al Louvre, ya ni soñamos con entrar: demasiado larga la espera; demasiado tiempo la visita; un selfi delante de la pirámide de cristal, y a otra cosa). 
    Hemos "visto" París; pero no hemos "vivido" París. Nos hemos hecho el selfi delante de la Torre, pero sin subir a lo alto del mirador. Ya podemos presumir: ¡Eh, mira! Aquí estoy; soy todo un viajero: París y su glamour (en un fin de semana); Praga-Viena-Budapest; Luxor-Asuán-El Cairo (por tropecientos euros, todo incluido)...
    ¿Y no estaremos viviendo la vida como si, en lugar de ser un tiempo y un lugar en el que "estar", nuestra existencia fuera, meramente, un decorado frente al cual "posar"; otra carrera de selfis para hacernos la ilusión de que hemos vivido experiencias emocionantes cuando, en realidad, sólo hemos estado de paso, fingiendo que estábamos inmersos en cosas que pensábamos que iban a impresionar a los demás? 
    La duda me asalta mientras espero la luz verde para los peatones en el semáforo. A lo lejos viene un coche; pero está todavía a bastante distancia. La persona que estaba a mi lado me lanza una mirada de reojo ("¿a qué estará esperando este carcamal para cruzar si no hay peligro alguno?") y pasa en tres zancadas a la otra acera.
    Yo me siento "arrastrado" a hacer lo mismo. No hay un peligro inminente; el coche aún esta a bastante distancia y ningún pequeñuelo sería testigo de mi mal ejemplo. Pero mi "yo interno" se me rebela:
    - "¿Y eres tú el que tanto predica del "vivir constructivo" y del "slow living"? ¿Por qué tienes tanta prisa para ir a ninguna parte? ¿Cuántos segundos vas a adelantar por cruzar en rojo? ¿Y qué vas a hacer con los segundos que has ganado?"
    Mi superego; que es un poco sarcástico cada vez que me pilla en un renuncio.
    Pero su sarcasmo -como suele ocurrir- no deja de ser una interpelación directa a mi estilo de vida, a mis "selfis vitales".
    Mis selfis para dar la imagen de que soy lo que, en realidad, no consigo ser: el selfi del autocontrol en postura de yoga, el selfi del intelectual rodeado de libros (que aún no he leído), el selfi del "joven eterno" trotando millas y más millas mientras voy echando los bofes, al borde del infarto.
    Y es que la mayoría de los selfis no son otra cosa que intentos de llamadas de atención hacia los demás para que los otros nos vean como a nosotros nos gustaría que creyeran que somos.
    Lo malo es que al vivir en selfis, lo único que conseguimos es ponernos en manos de los demás; renunciamos a nuestra vida auténtica buscando la aprobación, el aplauso, los parabienes de nuestros "seguidores".
    Estoy pensando en recuperar mi viejo maletín de madera con mis pinceles y mis tubos de óleo; me voy a pasar por la tienda de arte para hacerme con un lienzo y voy a empezar a hacer mi autorretrato al óleo; así, con arrugas, canas y cicatrices. Y no voy a darme mucha prisa; al fin y al cabo, "hacerme" a mí mismo es la tarea más importante que me toca hacer.
    Y la próxima vez que viaje a París voy a elegir un par de lugares significativos para mí y voy a dedicarles todo mi tiempo.
    Y no pienso hacerme un solo selfi.
    Y ya voy cruzando, que el semáforo se ha puesto (por tercera vez) en verde...




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