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Mostrando entradas de 2017

LA NO-NAVIDAD

Aquel año, Dios había decidido no hacerse hombre. Tal vez fuera por uno de esos "piques" que, a veces, tenía con el diablo. Ya había pasado en tiempos de Job, cuando el maligno retó al Señor a comprobar si el paciente santo tenía tanta paciencia como se decía. O, tal vez fuera otro el motivo. Quién sabe. Las razones del Todopoderoso son inescrutables. El caso es que, aquel año, Dios había decidido no hacerse hombre. Y lo peor no fue que los belenes se quedaran sin figuras de barro -pastores, lavanderas, herreros y hasta caganers- y las calles sin luces ni villancicos. No, eso fue lo de menos. Lo malo fue que, poco a poco, el corazón de los humanos se fue vaciando de aquellos sentimientos antiguos que tan ligados estaban a la Navidad: el amor, la solidaridad, la compasión, la ternura... La "ley del más fuerte" se fue imponiendo progresivamente tanto en los gobiernos de las naciones como en las alcaldías de los pueblos, en las comunidades de vecinos y

LA DIFICULTAD DEL CAMINO

No lo había logrado. La larga sesión de meditación, lejos de calmar su mente y serenar su ánimo, había sumido al joven Ohrim en un estado de melancolía próximo a la desesperanza. En lugar de conseguir vaciarse de todo pensamiento centrándose en el ritmo de su respiración, los recuerdos se le habían agolpado como pesadillas recurrentes dejándole la amarga secuela de la reminiscencia de viejos fracasos, planes frustrados, pérdidas dolorosas, ilusiones frustradas, de manera que su meditación, en realidad, se había convertido en una batalla contra sus recuerdos. Sacudió la cabeza intentando desprenderse de las antiguas memorias para centrarse definitivamente en la realidad y observó con curiosidad al viejo maestro que, como siempre, mostraba su eterna media sonrisa, señal de conformidad con "la vida-tal-como-es-en-el-momento-presente". El anciano percibió el rastro de la amargura en el rostro del muchacho y le preguntó con calma: - ¿Algún viejo fantasma te ha salid

EL CLON

Justo a tiempo. El paquete había llegado con la puntualidad prometida y, por lo que iba viendo a medida que cortaba tiras de papel adhesivo, desprendía solapas de cartón y rasgaba plásticos de burbujas, el contenido tampoco parecía desmerecer las expectativas: Era su clon, su doble perfecto en imagen y textura. De no ser porque él sabía que aquello no era más que una máquina desactivada por el momento, podría haber jurado que se trataba de su hermano gemelo. Al principio se pensó que podía ser un timo. Le aseguraron que aquella máquina robot se haría cargo de las tareas más penosas, de los trabajos más fastidiosos mientras él podía seguir, tranquilamente, dedicado a sus hobbies o a su descanso. Y que haría todos los encargos como si se tratara de él mismo, con su mismo estilo, solo que... con un grado de perfección mejorado. Lo que lo había convencido, finalmente, fue el tema del precio. Le aseguraron que el precio de venta al público sería una cifra seguida de muchos ceros. Alg

HABITACIÓN DE HOTEL (Momentos de Elección)

El cuadro es de Edward Hopper. Una maravilla, como todas las obras del artista americano. Y yo lo he venido utilizando como ilustración para explicar una idea, una "ley vital" más bien, bien sencilla pero, con frecuencia, ignorada: la técnica del avestruz no da resultado. Veamos a qué me refiero: Independientemente de la idea del autor, este cuadro siempre me ha inspirado la historia de la muchacha perdida en algún pueblo olvidado, sin ilusiones, sin incentivos, sin futuro. Condenada a una vida pequeña y rutinaria... ¿Qué joven puede resignarse a renunciar a sus sueños cuando aún tiene toda una vida por delante? Un día, alguien le habló de la gran ciudad y de sus oportunidades: trabajo, dinero, amigos, gente interesante, cines, teatros, progreso, emociones... ¿Qué joven puede resistirse a la fuerza de su propia imaginación cuando esta le pinta un futuro colorido, abierto a nuevas sensaciones, luminoso, lleno de sensaciones y de posibilidades? Pero quien bie

EL MECANISMO (el Momento de Elección)

Había sido una ganga; en realidad, le había salido gratis. Ni siquiera los gastos de envío. Y el resultado, bien mirado, no estaba del todo mal. Lo había conseguido a través de Internet y el único requisito consistía en redactar un comentario sobre el producto.  Como por arte de magia, el anuncio había aparecido en la pantalla de su ordenador:  "Mecanismo para dejar de fumar. Basado en los avances de la Psicología de Tercera Generación". Él había tecleado sus datos y, luego, se olvidó del asunto. Cuando recibió el paquete, lo que menos se esperaba era que el envío tuviera el aspecto de una caja húngara. ¿Un mecanismo para dejar de fumar? Bueno, por lo menos la estética era agradable y como a él no le había costado nada, en último caso podía servir de adorno en la estantería. Las instrucciones, la verdad, eran un poco liosas y tuvo que leerlas varias veces: "Manténgase sin fumar el mayor tiempo posible. Active el mecanismo cuando sienta que ya no puede evit

MONOPATIN

Siempre he preferido las historias reales a las inventadas, los personajes de carne y hueso a los héroes voladores, las realidades tangibles a las metáforas ingeniosas, la grisalla de los cuadros vitales a las estampas coloreadas de los cuentos infantiles. Por eso, esta vez, no voy a escribir ninguna historia fantástica sobre desarrollo emocional. Me limitaré a hacer una reflexión personal sobre la  realidad de la lección de vida que a todos nos ha dado Ignacio Echeverría, "el héroe del monopatín" con su entrega total a los demás, con su coherencia con sus valores vitales y con su actitud valiente en medio de lo que debió ser una avenida del terror. No sé si los saltos que dan los patinadores tienen una denominación concreta pero Ignacio Echeverría saltó con su monopatín por encima de las normas convencionales y los convencionalismos urbanos. Él percibió una urgencia vital y no perdió un segundo marcando en el dial de su móvil el número de la policía. Simplemente,

"ALGO" TIENE QUE HABER

No había estado mal el viaje. La única pega había sido aquella parada para visitar el castillo. Sí, la fortaleza era espectacular pero el sol que caía a plomo durante el recorrido, insoportable. ¿Cómo puede estar tan desatendido un monumento nacional? Así, sin cafetería, ni nada. Y la máquina expendedora de bebidas, estropeada. Menos mal que la señora que andaba por allí limpiando había tenido el detalle de ir a buscar la llave para abrir la máquina y sacarle una botella. Claro que él buscaba dos botellas pequeñas, individuales, una para sí y otra para su compañera. Pero sólo quedaban de las grandes. Y como él no quería pegarle a ella su incipiente resfriado y como ella no quería que él fuera a ponerse peor a cuenta de algún germen propio, la botella había quedado sin abrir, y él había tenido que acarrearla toda la mañana por almenas, torreones y mazmorras. ¡Kilo y medio de agua, castillo adelante y sin echar un trago! Vaya gracia... En cuanto llegara a la ciudad, se daría una b

LAS LECHUGAS MÁGICAS ("CON TODA SU AMARGURA")

Solo. Ahora estaba solo. Paredes desnudas, habitaciones silenciosas,  horas eternas,  vacío insondable. ¿Cuántas semanas habían transcurrido ya? Había perdido la cuenta. Al principio, no era consciente de la situación. Era como cuando le tocaba quedarse a cargo de la casa los fines de semana mientras ella iba a visitar a sus viejos en la residencia. Le dejaba la comida preparada, la ropa planchada, los zapatos relucientes y una nota con las cosas que tenía que atender durante los días que ella iba a estar ausente: regar las plantas, descongelar el filete, sacar la basura, apagar las luces, cerrar la puerta... Pero ahora no había nota; ni encargos ni esperanza de vuelta. Estaba solo. Y todas las cosas parecían estar ahí puestas para recordárselo: la nevera agotada, la ropa amontonada, las plantas mustias... y aquel vacío que se le expandía por dentro como una lepra silenciosa que lo iba devorando con cada raya que avanzaba el segundero de su viejo reloj de bolsillo. Aquello

EL EQUIPO

Aquella mañana estaba más sonriente que nunca. No es que hubiera tenido un golpe de suerte, no. Ella bien que se había esforzado en hacer su parte. Bueno, como todos los demás -pensaba para sí mientras pasaba la fregona por el pasillo de la planta-. Cada uno en su puesto, cada cual con su función. Pero, al final, todo aquel duro trabajo conjunto había dado sus frutos. De acuerdo que ella no estaba incluida en la foto que salía en la prensa. Ni había tampoco la más mínima alusión a su nombre ni a su quehacer diario. Pero ¿qué mas daba? Lo importante era el resultado. Allí eran como un equipo y el triunfo era de todos. También era cierto que no iba a asistir a la fiesta que se estaba organizando en la cafetería. Mejor dicho, sí que asistiría aunque no como invitada sino para recoger vasos y platos de plástico, limpiar mesas, secar charcos de líquidos vertidos en arranques de entusiasmo, barrer suelos, aspirar migajas de cacahuetes, retirar servilletas de papel, eliminar palil