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Mostrando entradas de agosto, 2015

HACER QUE SE HACE

La época de la recolección se acercaba. Gracias a Dios, aquel había sido un buen año, de lluvias escasas pero bien distribuidas, de sol cálido pero no abrasador, de oraciones escuchadas o, tal vez, sólo de meteorología favorable. La mies ondeaba en los campos como un mar maduro de tonos dorados, aguardando la zambullida de los segadores, aquella fiesta de la cosecha que llenaría los graneros de las gotas de sol que harían el invierno más llevadero. Las guadañas a punto, las hoces afiladas y el ánimo impaciente por hacer acopio de aquel tesoro, todos los vecinos se iban allegando a sus campos respectivos para dar comienzo al ritual de cada año, entre cantos, sudores, bromas, amoríos y tragos de vino viejo. Bueno, casi todos los vecinos.  Como cada año, el hombre aguardaba a ver el mar dorado de las espigas bien granadas para comenzar sus peculiares preparativos para la siega. - Vecino -le preguntaba alguno al pasar, camino de la faena, por delante de su puerta-, ¿