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PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO II



Hemos decidido empezar el nuevo año no como “el YO de siempre, que jamás cumple sus propósitos”, sino como “el YO que soy: realista, consciente de sus limitaciones y debilidades y decidido a desarrollar nuevos hábitos de vida más satisfactorios”.

Para ello, una vez rediseñados nuestros propósitos en términos de HÁBITOS GENERALES Y DURADEROS (comer de forma equilibrada, desarrollar hábitos de salud que me beneficien a mí y a los míos, potenciar mi formación continua, etc.)  que definan nuestro nuevo estilo de vida y tras decidir los eslabones correspondientes a los nuevos comportamientos que queremos incluir en la cadena de nuestras rutinas cotidianas (“cuando me preparo el desayuno, echo mano de un lácteo, hidratos de carbono, fruta y algo de aceite de oliva”; cuando voy a la compra, me centro en frutas, verduras y productos frescos”; “cuando llego a casa, me ocupo de mis hijos, les ayudo en sus deberes o juego con ellos”; cuando tengo ganas de fumar, me recuerdo mis razones para evitarlo, hago varias inspiraciones profundas y me preparo una infusión”; “cuando subo al coche, pongo un CD con ejercicios de inglés” ...), nuestro primer cuidado debe consistir en:

ASEGURARNOS EL ÉXITO DESDE EL COMIENZO

El objetivo es DESARROLLAR HÁBITOS; es decir, cadenas de comportamientos que nos orienten en la dirección de nuestros valores vitales (salud, relaciones familiares y sociales, desarrollo personal, servicio a la comunidad…). Por eso, es esencial “acumular” pequeños éxitos que nos permitan construir un “todo” más sólido para ir asentando nuestro comportamiento en bases cada vez más firmes; para que los eslabones de la nueva cadena lleguen a estar sólidamente unidos. Las cigüeñas, ramita a ramita, llegan a construir nidos que pesan cientos de kilos, ¡hasta el punto de amenazar la estabilidad del campanario sobre el que están asentados!


De este modo, nos aseguraremos de comenzar implementando nuevos comportamientos en los que no sea posible el fracaso. Por ejemplo, si nuestro objetivo es “desarrollar hábitos de salud que me beneficien a mí y a los míos…”, tal vez el primer paso mínimo que tengamos que plantearnos –en caso de que, en el momento actual, seamos unas personas muy abandonadas, con un importante sobrepeso y sin la menor rutina de ejercicio físico- sea: “caminar 100 pasos por el pasillo de casa cuando hay anuncios en la tele”. En el caso de que nos estemos planteando dejar de fumar pero no confiemos demasiado en nuestras fuerzas, podemos plantearnos, en principio, algo así como retrasar medio minuto (o un minuto, si nos sentimos con ánimos) el encendido del cigarrillo que nos está apeteciendo fumar . En todo caso, cada cual debe calibrar sus objetivos a partir del punto más débil de su realidad personal y no plantearse “saltos” demasiado arriesgados que puedan concluir en fracaso. Es mejor asegurar la colocación del primer palito en el “nido”  que no provocar el derrumbamiento de toda la obra por querer correr demasiado.

Los japoneses denominan KAIZEN a este programa de mejoramiento mínimo y sostenido y, gracias a ese principio, han levantado una gran economía a partir de las ruinas de su país tras la II Guerra Mundial. La idea del Kaizen, en realidad, surgió en USA; luego se trasplantó a Japón y, de allí, nuevamente, volvió a los Estados Unidos con retoques orientales y se está aplicando con gran éxito en el mundo empresarial.

El mejor sistema para asegurarnos de que nos mantenemos fieles a nuestro programa de cambios mínimos y continuos mediante los cuales vamos a asegurar los nuevos eslabones de nuestros hábitos más adecuados consistirá en:

DARSE RECOMPENSAS

Por lo general, la recompensa más inmediata es la satisfacción interna por el pequeño logro conseguido: la satisfacción tras una comida a base de sopa de verduras, una ración de proteínas (pescado, huevos o carne) acompañada de ensalada fresca y una fruta o un yogur de postre suele ser muy superior a la sensación de saciedad tras una comida con exceso de grasas, alcohol y pastelería. Si, además, añadimos a eso unos “golpecitos mentales” en nuestra espalda y una “frase interior” de ánimo (“¡Bien hecho!”, “¡Lo estás haciendo bien!”, “¡Adelante, sigue así!”), habremos rematado la faena. Para los seres humanos –niños incluidos- la recompensa íntima suele ser mucho más efectiva que cualquier premio material. De ese modo, el propio reconocimiento agradecido y entusiasta de nuestros pequeños avances será la mejor soldadura de esos nuevos eslabones que vamos incorporando a nuestra cadena comportamental.

Además de todas estas consideraciones de que nos centremos en el desarrollo de HÁBITOS GENERALES Y DURADEROS, que –en principio- nos centremos en CAMBIOS PEQUEÑOS Y CON ALTA PROBABILIDAD DE ÉXITO y que nos animemos a seguir adelante mediante RECOMPENSAS INTRÍNSECAS, es importante también:

CENTRARSE EN EL DESARROLLO DEL PROGRAMA NO EN EL “PLAZO DE ENTREGA”

El objetivo final de cualquier cambio serio que nos propongamos, aunque sea mediante pasos mínimos, es darle un sentido a nuestra vida, a nuestros actos y a nuestros propósitos. Ya sé que son palabras mayores, pero los seres humanos somos así, trascendentes, aunque la mayoría de los sistemas actuales de psicología se empeñen en estudiar sólo los mecanismos de comportamiento que compartimos con los restantes seres vivos. Por eso, tenemos que tener en cuenta que la “felicidad” no la vamos a alcanzar cuando hayamos conseguido unos abdominales de “tableta de chocolate” que sean la admiración de los demás usuarios de la piscina y ya está. No; la felicidad, más bien, empezaremos a intuirla cuando seamos capaces de echar la vista atrás y empecemos a ver un sendero trazado –por corto o humilde que sea- del que nos sintamos orgullosos.

La “prueba del algodón” de cualquier objetivo que nos propongamos, siempre debe ser la aplicación de la pregunta: ¿Y para qué quiero eso?, ¿en qué me beneficia a mí, a los míos, a mi entorno y a la humanidad? Y, en la respuesta, naturalmente, deberíamos procurar incluir consideraciones de servicio a los demás, de armonía con la naturaleza, de integración con la totalidad del universo (te recomiendo que revises la entrada de este blog del 30 de Noviembre de 2015: “Ordenar la casa” sobre “niveles de desarrollo personal").

Entonces, de lo que se trata es de ir acumulando pequeños logros que vayan consolidando el HÁBITO GENERAL Y CONTINUO que queremos desarrollar: “estoy comiendo de manera variada y saludable; por lo tanto, estoy contribuyendo a mi salud, doy buen ejemplo a los míos, les facilito la incorporación de hábitos saludables, estoy en armonía con la naturaleza…”

No hay “plazo de entrega” para nuestra mejora personal. Si pretendemos imponérnoslo, casi siempre será porque nos urge estar “mejor que los demás”, porque nos imaginamos que, una vez conseguida la meta, ya está todo hecho y no hay que seguir trabajando en mantener el logro o por cualquier otra razón alienante. Son razones alienantes porque se basan en algo distinto a nosotros mismos: la opinión de los demás, la liberación de seguir trabajando en el logro de nuestros propósitos, etc. Pero lo que tenemos que buscar son razones integradoras que nos conduzcan a lo alto de la escala del desarrollo personal mediante nuestra acción personal, el encuentro con los demás y la integración con el todo. Por eso, nuestro compromiso de mejora personal dura el tiempo que dure nuestro camino vital. Es decir, la “entrega” se hace “en bloque”, al final. Y la constatación -o no- de que estamos trabajando en conformar ese "bloque" es lo que puede darnos serenidad o inquietud a lo largo de todo elcamino.

Seguiremos aun, desmenuzando algunas cuestiones que no se suelen abordar en las publicaciones tradicionales con consejos de Año Nuevo al estilo de "hágalo Vd. mismo" o "Cierre los ojos y sea feliz"

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