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...PERO SACA LA BASURA

 
Su depresión se había cronificado hasta el punto de convertirse en una segunda naturaleza para él, en su más distintiva marca de personalidad. Vivía recluido en su cuarto, en un mundo de penumbra y silencio, esperando el milagro de la nueva farmacopea que pudiera ofrecerle la sustancia que su mente necesitaba para liberarse de las brumas que la atenazaban.

Día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, cavando más y más hondo en el pozo de su desesperación.

Primero, había sido el cierre de la empresa. Lo había pillado tan de sorpresa que ni siquiera supo cómo reaccionar. Fue entonces cuando, por consejo de sus allegados, recurrió por primera vez a su psiquiatra en busca de algún remedio que le ayudara a salir de aquel hoyo sin fondo en el que se estaba dejando caer. “Depresión grave”, le habían diagnosticado y así comenzó su etapa medicalizada.

Pero todo continuó igual. Periódicamente, una marca comercial nueva sustituía a la anterior medicación que había mostrado su ineficacia para rasgar la espesa cortina de su depresión cada vez más honda al tiempo que su apatía se agudizaba a causa de los efectos secundarios de todas las sustancias ingeridas. Así, se fue quedando paralizado en un sempiterno presente de abulia que no le permitía asomarse a ningún horizonte de esperanza.

Y el tiempo de cobrar el subsidio se le iba agotando.

Luego llegó el tiempo de la soledad auténtica. Primero, fueron los amigos, agotados de tirar de él sin conseguir otra cosa que lamentos, excusas y quejas. Poco a poco, fueron abandonando la tertulia en torno a la mesa camilla donde el tema estrella de conversación eran los antidepresivos tricíclicos, monólogos sobre dopamina y serotonina sin poder compartir una cerveza por incompatibilidad con la medicación del enfermo. Luego, le llegó el turno a la esposa, agotada de tirar del peso muerto en que él mismo se había convertido y temerosa de ser arrastrada con él al fondo de la sima de su depresión. Con lágrimas en los ojos, un buen día, abandonó la casita que habían compartido los últimos años, dispuesta a iniciar una vida nueva sin ataduras malsanas.

Finalmente, él comprendió que no tenía otra salida. Incapaz de encontrar alivio a su congoja vital, empezó a planificar su propio suicidio. Lo tenía fácil; contaba con un buen suministro de píldoras que le aseguraban un tránsito indoloro para librarse de todo aquel sufrir. Por eso dispuso ante sí un amplio surtido de cápsulas, grageas, pastillas y gotas. Quería asegurarse de que la dosis iba a ser eficazmente letal.

Ya tenía el vaso repleto de agua en una mano y un puñado de pastillas en la otra cuando sonó el timbre de la puerta.

Extrañado, dejó todo sobre la mesa y se levantó renqueando, medio mareado, para llegar hasta la puerta arrastrando las zapatillas.

-          - ¡Buenos días! –la luz que entró por la rendija entreabierta le hizo achicar los ojos- Espero no molestarlo.

Él miró atónito a su visita. Era el primer ser humano que le dirigía la palabra desde hacía bastante tiempo.

-         - ¡Ah! –continuó el recién llegado-. Permítame que me presente: Soy el basurero. Es que he observado que en las últimas semanas su cubo de la basura está siempre vacío. Por eso me he atrevido a llamar a su puerta, por si necesitaban ayuda o algo…

-         - Muchas… muchas gracias –balbuceó sin saber muy bien cómo corresponder al detalle del basurero-. El caso es que no… no he… no me he sentido muy bien últimamente…

El basurero lo observaba un poco incómodo, sin saber muy bien cómo manejar la situación que él mismo había desencadenado llamando a la puerta de aquel hombre.

-         - La verdad –concluyó el hombre sin pensar demasiado sus palabras- es que me siento… desesperado.

Aquello sí que no se lo esperaba el encargado de la limpieza que, bastante desconcertado por la confidencia, pensó que lo mejor era poner fin a la escena cuanto antes.

-          - De acuerdo, de acuerdo -soltó lo primero que se le vino a la cabeza-. Siéntase desesperado pero saque la basura… Yo pasaré con el camión en un momento.

"Siéntase desesperado pero saque la basura". ¿Lo habría dicho en sentido real o figurado?

En el zaguán se acumulaban las bolsas de los últimos días. Sin pararse demasiado a considerar lo absurdo de la situación, el hombre cargó varias en cada mano y empujó la puerta de entrada para llevarlas al contenedor más cercano a su jardín.

Tardó un poco en adaptarse a la claridad del día pero cuando consiguió mantener los ojos abiertos con normalidad se dio cuenta de que la luz de la mañana era hermosa. Los árboles desnudos formaban una curiosa trama de ramas que le recordaban una escultura moderna. El aire olía a fresco, a nieve de las montañas y a hierba. Y se oía el canto de algún pájaro.

-        -  “ …Siéntase desesperado pero saque la basura”.

Eso le había dicho aquel hombre. Y así cruzó el jardín, sintiendo su desesperación y apreciando aquella luz acaramelada y el mullido pisar de sus zapatillas en el césped y el aire fresco de la mañana… y el fétido olor del contenedor cuando levantó la tapa para dejar dentro las bolsas.

El camión del basurero se acercaba a su parcela. Al hombre se le ocurrió que, tal vez, podía preguntarle por la posibilidad de trabajo para él mismo, como basurero, en la empresa de limpieza que recogía los deshechos del barrio.

Se imaginó la respuesta que iba a darle el basurero:

-         -  “Usted siéntase desesperado, pero presente su currículo…”

Y, por primera vez, en varios meses, sonrió.


A pesar de su desesperación, sonrió.

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