Dejar de fumar, perder unos kilos, estudiar inglés, hacer más ejercicio… Los mismos propósitos de cada año. Duran el tiempo de la euforia del cava con el que se despide el año viejo, el tiempo que duran las vacaciones o el puente navideño, el tiempo que puede durar el espejismo de la euforia del encuentro con los viejos amigos en torno a la mesa servida dispuesta para recibir al año nuevo. Luego, al volver a la rutina de cada día, no hay tiempo, no hay ganas, no hay motivación suficiente, hay otras cosas que atender primero; si no puedo fumar, no rindo en mi trabajo, si no puedo comer lo que me apetece, me estreso, no tengo tiempo para ir a inglés porque tengo que llevar a los niños a… (¡¿a inglés?!). Algunos lo intentan al principio; unos pocos, consiguen asentar su propósito. La mayoría, a los pocos días, se ha olvidado de sus buenas intenciones y se deja ir en la vieja rutina de siempre. Y es que es más fácil dejarse llevar que remar contra corriente. Sin embargo,...
Narraciones sobre el SENTIDO DE LA VIDA