Dejar de fumar, perder unos kilos, estudiar
inglés, hacer más ejercicio…
Los mismos propósitos de cada año. Duran el
tiempo de la euforia del cava con el que se despide el año viejo, el tiempo que
duran las vacaciones o el puente navideño, el tiempo que puede durar el
espejismo de la euforia del encuentro con los viejos amigos en torno a la mesa
servida dispuesta para recibir al año nuevo.
Luego, al volver a la rutina de cada día, no
hay tiempo, no hay ganas, no hay motivación suficiente, hay otras cosas que
atender primero; si no puedo fumar, no rindo en mi trabajo, si no puedo comer
lo que me apetece, me estreso, no tengo tiempo para ir a inglés porque tengo
que llevar a los niños a… (¡¿a inglés?!).
Algunos lo intentan al principio; unos
pocos, consiguen asentar su propósito. La mayoría, a los pocos días, se ha
olvidado de sus buenas intenciones y se deja ir en la vieja rutina de siempre.
Y es que es más fácil dejarse llevar que remar contra corriente.
Sin embargo, unos y otros, los pocos que
consiguen sacar adelante sus propósitos y la gran mayoría que, un año más, se
rinde a la imparable maquinaria de sus viejas rutinas, están siguiendo unos
esquemas de comportamiento similares.
Unos y otros están consolidando PAUTAS,
están trazando “caminos entre la hierba”.
Unos y otros inician su camino con una
visión clara de su propósito: Dejar de fumar, perder unos kilos, estudiar
inglés, hacer más ejercicio… Al poco tiempo, surgen los obstáculos (y los obstáculos,
podemos estar seguros, siempre van a aparecer): falta de tiempo, falta de
ganas, frustrabilidad, o lo que sea.
Entonces, los “inconstantes” inician un
camino que, más o menos, tiene este trazado: tengo una meta—surge una
incomodidad inesperada—abandono mi propósito—me siento mal—me alejo aún más de
mi propósito. Y, posiblemente, esta sea una pauta ya establecida por sucesivas
repeticiones, no sólo en propósitos de año nuevo sino en muchas pequeñas
situaciones repetidas de la vida cotidiana.
Por su parte, los “perseverantes”
consolidan un camino –una pauta- que sigue este otro recorrido: tengo una meta—surge
una incomodidad inesperada—abandono mi propósito—me siento mal—me reafirmo en
mi propósito—vuelvo a intentarlo. De este modo, a base de curtirse en pequeñas
frustraciones van templando una “fuerza de voluntad” que a ellos mismos acaba sorprendiéndoles.
Por eso, para poder abandonar la vieja
pauta que lleva al fracaso y a la frustración, podemos limitarnos a establecer
algún pequeño cambio en nuestra programación mental. Esta es mi propuesta:
- Sustituir
“pero” por “y”. Aparentemente, un “pero” supone un argumento de peso,
incontestable que anula cualquier proyecto o plan que lo preceda: Quería salir a caminar, PERO está lloviendo.
Si hacemos la sustitución de una manera correcta, la nueva composición mental
de la situación sería: Está lloviendo Y
yo voy a salir a caminar.
Si conseguimos asentar esta pauta, en el
futuro, podremos enfocar nuestros propósitos (de año nuevo o sobre la marcha)
de otra manera: Tengo ganas de fumar Y no
voy a hacerlo; me apetece una hamburguesa Y voy a comerme una verdurita…
Tal vez no sea un gran propósito para 2014.
Pero puede tener el efecto del clavo por el que se perdió la herradura por la
que se perdió el caballo por el que se perdió el general por el que se perdió
la guerra… sólo que aquí, remachamos el clavo, aseguramos la herradura,
montamos el caballo y nos disponemos a librar las batallas que haga falta.
Feliz 2014
Quiero felicitarte este nuevo año que acabamos de empezar y aprovecho la ocasión para decirte que como siempre y una vez más me ayudas a ver las cosas de otra manera, ahora solo falta que YO cambie el chip y ponga mucho de mi parte. Gracias
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