LOS MOTIVOS VERDADEROS (Terapia de
Aceptación y Compromiso aplicada a la vida cotidiana)
Hacer la compra, preparar la comida,
arreglar un poco la casa… ¡Y ya son las tantas! No me va a llegar el tiempo… ¡Vamos, cariño, no te quedes ahí
parada, que tenemos muchas cosas que hacer!
Al mercado, con mamá. Me encanta ir
al mercado: Tanta gente, las vendedoras con sus batas y sus gorros, las
pescaderas con sus guantes de goma, los carteles, las figuritas de pan, la
fruta, y todo tan bien colocadito… Ya voy, mamá, ya voy.
Y ahora, ¿qué elijo? Las uvas blancas
tienen buena pinta, pero las negras son más sanas…Hm; no sé, no sé. Los
plátanos están a punto de pasarse. Si llevo muchos, seguro que se van a
estropear en el frutero, sin que nadie los coma. No sé qué hacer… Cariño, ¿te va a apetecer un plátano
para merendar?
¡Ahí va! ¡Cuántos
colores! Naranja, rojo, amarillo, verde claro, verde oscuro, blanco, marrón… ¡Y
qué bien huele todo! A zumo, a fresco, a verano, a sombra de árboles, a agua
regando… No sé,
mami, ¡Aun falta mucho hasta la merienda! Creo que me va a apetecer este pan
con pasas o aquellas granadas tan bonitas.
Encima, los hijos no
ayudan nada. Esta niña, por ejemplo, ya debería ser un poco más realista y
darse cuenta de las cosas en vez de andar todo el día con sus fantasías… Bueno, te voy a llevar un par de
plátanos para la merienda. Pero luego, no me digas que no te apetecen, ¿de
acuerdo?
Al llegar a casa, voy a
pintar un puesto de frutas con mis acuarelas: coles, pimientos, ajos, nísperos,
naranjas, melocotones, uvas, calabazas… y mucha gente con bolsas, comprando
fruta y verdura, y una señora como aquella, con un carrito repleto hasta los
topes, y un señor como este, que parece que mira con lupa las lechugas y una
vendedora tan simpática como esta, con los labios pintados de rojo y esos
pendientes tan bonitos que lleva… De acuerdo, mamá. Seguro que me va a apetecer plátano para
merendar.
¡Tanto barullo, tanta
gente! Casi no puede una ni moverse; la gente no tiene ninguna consideración y
te atropellan con el carrito, o se pasan el rato mirando y remirando, antes de
decidirse a pedir una lechuga y, así, no hay manera de que te despachen rápido.
Bueno, hija, vámonos
ya para casa. Estoy deseando poder descansar un poco. Este estrés de cada día
acaba conmigo.
Qué pena, marchar tan
pronto. Me hubiera gustado pasar por la pescadería, para ver las merluzas de
boca abierta y dientes afilados y los calamares blanditos, blanditos, como de
goma, las sardinillas brillantes como piezas de plata…Muy bien, mami. En cuanto lleguemos a
casa, voy a ponerme a jugar a las vendedoras. Voy a montar un puesto para
vender cosas. ¿Me vas a dejar que coja un poco de arroz y unos garbanzos? Y
unos cuantos macarrones, y algunas alubias y fideos, lentejas y un poco de
harina…
¡Claro que sí! Así, me ayudas a cocinar. Oye, a ti te gusta
mucho venir al mercado, ¿no es cierto?
Me encanta, mami, porque hay muchas cosas ricas y bonitas, y
veo a la gente comprando y vendiendo y, así, yo puedo jugar después en casa. ¿Y
a ti, mami, te gusta venir al mercado o te agobia un poco?
Pues mira, cariño, aunque, a veces, me pueda agobiar algo, la
verdad es que me gusta venir mercado
¿Ah, sí? ¿Y por qué?
Pues… porque, así, puedo comprar comida fresca y sana para
todos, te veo a ti mirando los puestos de venta toda entusiasmada y, además,
nos damos un paseíto… ¿Qué pasa? ¿Por qué me estás mirando con esa cara de
pillabana?
Por nada, mami. Estaba pensando… Cuando lleguemos a casa, voy
a jugar a que soy una mamá como tú.
SUJETO PACIENTE, SUJETO
AGENTE
Posiblemente, el psicólogo convencional se sienta inclinado a
explicarle a la madre que debería ver el “mercado” de la forma en que lo ve su
hija: los colores, olores, sonidos… Entrar en el presente con actitud positiva.
En definitiva, la madre debería “aprender” una actitud más positiva para ir más
tranquila al mercado con su hija y hasta poder disfrutar con la compra. Es el
enfoque de la eliminación del síntoma: anulado el síntoma, es posible vivir una
vida más confortable. En este caso, el objetivo podría ser “sentirse bien”
Y, ciertamente, parece un enfoque razonable.
Pero hay otra manera de abordar el problema: La madre podía
asentarse en sus propios valores personales (preservar la salud de la familia, ser
un modelo de madre adecuado para su hija…) y, congruente con sus principios, ir
al mercado –junto con su estrés, malestar y preocupaciones (o fobias y
depresiones)- para hacer la mejor compra posible. Es el enfoque de la
clarificación de los propios valores y su aplicación en cada uno de los actos
cotidianos de la vida. Aquí, el objetivo es “vivir una vida coherente con los
propios principios”
Y, por cierto, parece un enfoque estimulante.
La verdad es que los dos puntos de vista son compatibles. Es
sólo cuestión de cargar el acento en el protagonismo del propio sujeto: ¿Va a
realizar determinada conducta por las consecuencias “positivas” que le reporta
o la va a llevar a cabo porque es la manifestación directa del tipo de persona
que decide ser?
Es como el caso del padre fumador que, después de múltiples
sesiones infructuosas de todo tipo de técnicas para erradicar su hábito, lo
dejó, por fin, de golpe, el día que se encontró a su hijo esperándolo bajo la
lluvia, a la salida del gimnasio, mientras él se había acercado con el coche al
estanco, a comprar un paquete de tabaco… La reconsideración de su función como
padre protector tuvo más fuerza para él que cualquier maniobra “periférica” en
su decisión de romper con algo que interfería con la esencia de sus propios
valores.
LA ESENCIA DE LA
ACEPTACIÓN Y EL COMPROMISO (ACT)
“Cuando se tiene un
‘porqué’, siempre se encuentra un ‘cómo’”. La frase es de Viktor Frankl y
resume muy bien la esencia de la Terapia de Aceptación y Compromiso.
Por otra parte, Paul Watzlawick nos animaba a considerar si
“El problema es la solución”.
Porque lo cierto es que la solución equivocada que solemos
aplicar a los problemas cotidianos es la evitación:
El fóbico evita los lugares donde su fobia se activa, el depresivo, sumido en
su dolor vital, evita cualquier actividad de la vida cotidiana y el obsesivo
compulsivo, entregado a sus inacabables rituales, evita zambullirse en la vida
de verdad que sigue su curso más allá de su caparazón defensivo frente a la
angustia.
De ese modo, según la ACT, el diagnóstico genérico para la mayoría
de los problemas emocionales es: evitación
vivencial. Enquistamiento conductual frente a las fatigas del vivir.
Tradicionalmente, la psicología, ha procurado seguir el
modelo “medicalizado” para hacer frente a los problemas emocionales: eliminar
el síntoma para normalizar la vida.
Pero esto lleva, muchas veces, a alargar el sufrimiento
favoreciendo la evitación vivencial.
Porque el síntoma, muchas veces, es el barómetro de nuestra
propia congruencia vital: a menor congruencia, mayor sintomatología; cuando la
congruencia se eleva, disminuye la sintomatología.
Por eso, la ACT, elige la “zambullida” directa –aunque
graduada- en busca no del “bienestar” sino de la realización de los propios valores personales. De ese modo, cuando
uno tiene muy claro su “porqué” –sus valores- siempre es capaz de encontrar un
cómo para superar sus angustias vitales.
BIBLIOTERAPIA
Perdonen que me repita:
- Steven Hayes et al.: Sal de tu mente, entra en tu vida. DDB. Bilbao
- Ramiro J. Alvarez: Vivir, una guia de viaje. Sal Terrae, Santander
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