Ir al contenido principal

LECCIONES DE UNA CRISIS



Esta mañana, mi vecina me ha enviado un whatsapp anunciándome que se disponía a ir a la compra, por si yo necesitaba que me trajera alguna cosa.

Mi vecina, con la que sólo cruzo un “buenos días” cuando coincidimos en el ascensor.

Y eso me hizo caer en la cuenta de mi propia miopía mental:

¿Y qué estoy haciendo yo por la gente que, en estos días, permanece recluida en sus casas?

Fue el primer aldabonazo. O el primer destello que se me abrió paso en medio de mi niebla mental.

Empecé a cuestionarme la cantidad de cosas que damos por hecho: la seguridad económica, el suministro de agua y luz, la recogida de basura… el estado de bienestar, en una palabra, que consideramos “un derecho inalienable” que no necesitamos defender porque “los políticos” tienen la obligación de asegurarnos.

Pero mi vecina no tenía ninguna obligación de preocuparse por mi suministro doméstico.

Por la noche, suenan aplausos: para los sanitarios, los transportistas, el personal de los supermercados, las fuerzas de seguridad, los trabajadores que siguen al pie del cañón… Por inercia, me asomo al balcón y me uno a la ovación.

Pero ¿es suficiente?

Está muy bien dar las gracias. Pero mucho mejor está reconocer la deuda que uno ha contraído con toda esa gente, con toda esa legión de héroes anónimos que se exponen al contagio mientras uno sigue en casita, en zapatillas, viendo la tele y quejándose de lo aburrido que resulta no poder salir.

“ITADAKIMASU”. Es una expresión japonesa que se utiliza antes de las comidas, en primer lugar, para agradecer el “sacrificio vital” de los elementos orgánicos que vamos a ingerir (verduras, carne, pescado…) y, además, para reconocer el trabajo de todas las personas (la legión anónima) que han hecho posible el menú que se va a consumir; desde los productores de las materias primas –cultivadores, pescadores, etc.- pasando por los empleados en las plantas de transformación, los transportistas, mayoristas, minoristas, repartidores, cocineros…sin olvidar a la MADRE TIERRA –la casa común de todos- que con sus lluvias y sus soles, con sus vientos y sus riadas, hace posible que “comulguemos” de esa comida concreta que tenemos en el plato.

Los aplausos de la noche son una especia de “ITADAKIMASU”

Pero, ¿es suficiente?

“NAIKAN” es el nombre de una práctica de meditación activa mediante la cual se nos invita a que nos hagamos conscientes de las cosas concretas que hemos recibido de las personas próximas a nosotros, de nuestros amigos y conocidos pero, también de las personas que no conocemos y hasta de aquella gente anónima cuya existencia ignoramos pero que han hecho posible que tengamos delante un plato de comida o que estemos manejando el teclado de un ordenador.

Y no sólo que reconozcamos a las personas que nos han beneficiado sino también a los animales (mascotas), las cosas (la ropa, el coche, la radio, el ordenador…) y las energías (electricidad, calefacción) que hacen más confortable nuestra vida.

Además, la meditación NAIKAN propone que tratemos de identificar las cosas concretas que nosotros hemos aportado a esos mismos elementos: personas, animales, cosas, energías… (por ejemplo: ¿Hemos doblado nuestra ropa con el cuidado que se merece?, ¿hemos cerrado el grifo mientras nos cepillábamos los dientes?...)

De este modo, si somos sinceros, descubrimos que más que “sujetos de derechos” somos unos enormes deudores de todo nuestro entorno.

Si a todo ello añadimos una reflexión sobre los problemas, molestias y daños que hemos ocasionado a las personas, animales, cosas, energías y demás que, a diario, nos facilitan la vida, nos daremos cuenta de que nuestros motivos de gratitud para con el universo superan con creces a nuestro “derecho a la felicidad”.

Es más, seguramente descubramos que la raíz de la felicidad no reside en recibir privilegios, sino en prestar apoyos.

¿Y cómo podemos “pagar” la deuda inmensa que tenemos contraída?

Desde luego, a partir de hoy, yo voy a mostrarme más cercano a mis vecinos, me tomaré la “molestia” de aplaudir por la noche en el balcón con plena conciencia de porqué lo hago y responderé, en la medida de mis posibilidades, a las iniciativas de solidaridad que se me ofrezcan mientras dure este tiempo de “aprendizaje”.

No quiero que, al final de todo esto, mi miopía mental se haya cronificado sin remedio.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

🌕 La luna, el dedo y el espejismo de la felicidad

  Hay una antigua sentencia que ha viajado a través del tiempo y las culturas, y que sigue muy presente —y muy poco atendida— en la marea de publicaciones sobre “la búsqueda de la felicidad”. El sabio señala la luna, pero el necio se queda mirando el dedo. Una frase sencilla, de apariencia casi inocente, pero que encierra una advertencia tan oportuna como necesaria en nuestra época: no confundir el medio con el fin, lo accesorio con lo esencial, el camino con el destino . 📚 La galaxia del bienestar… ¿o del entretenimiento? En el vasto universo del desarrollo personal —libros, cursos, gurús, métodos, talleres— esta advertencia cobra especial relevancia. Nunca como ahora se ha hablado tanto de felicidad , autorrealización , paz interior o autenticidad . Y sin embargo, pocas veces hemos estado tan perdidos , tan dispersos o tan sedientos de algo que no logramos encontrar . Estamos rodeados de técnicas: Ejercicios de respiración Meditaciones guiadas Afirmaciones positi...

EL MILAGRO

  Clara se asomó a la ventana para sentir el aire fresco de primera hora de la mañana. En el extremo del alféizar vio el triste geranio reseco, mustio, contraído, tan necesitado de riego como ella lo estaba de seguridad y control sobre su cuerpo. Que el brote seguía activo lo evidenciaban su debilidad persistente, la visión que se le nublaba y el extraño entumecimiento que le recorría cuerpo y rostro. Por la acera opuesta vio avanzar, con su paso decidido, a la mujer invidente con la que se cruzaba a menudo, una mujer de gesto seguro, siempre bien arreglada, con ese porte que dan los años y la experiencia. ¿Cómo podría arreglárselas una persona con esa discapacidad para llevar el tipo de vida activa que ella parecía desarrollar? Desvió la mirada. Sentía dolor en los ojos si mantenía la vista fija en un punto concreto. Otro de los síntomas del brote. Al principio habían sido sólo pequeñas molestias, fallos funcionales sin importancia, una palabra que no le venía, un ligero mareo...

ME DIO LAS GRACIAS...

Un pie en la acera y el otro, ya adelantado, en la calzada. El semáforo seguía rojo, pero ella se debatía entre la prudencia y la prisa. Los coches venían de ambos lados y no era fácil sincronizar el hueco entre los vehículos para alcanzar, sin sobresaltos, la otra acera. Si se trata de niños o personas mayores, por sistema mi norma es aguardar la luz verde para cruzar, aunque no circulen coches. Creo que, de ese modo, por una parte doy ejemplo y, por otra, respeto la libertad de elección de la otra persona para obrar como mejor lo considere. En este caso, la mujer, ya de cierta edad, murmuraba algo en voz baja: se debatía entre arriesgarse o esperar. Me miró como si me pidiera consejo. Y mientras yo pensaba la respuesta, el hombrecillo verde del semáforo nos sacó de dudas a los dos. Cruzábamos a la par y la mujer, en voz muy queda y mirando al suelo, como si la cosa no fuera conmigo, murmuraba una dirección, sin atreverse a formularla como una pregunta directa. Sin dejar de caminar, l...