Tantas
veces programados, tantas veces incumplidos. El resultado final: la convicción
de que “yo soy una persona incapaz de cumplir sus propósitos”.
Resultado
final y punto de partida: “YO”. Y si este “yo” está autodefinido como “una
persona incapaz de cumplir sus propósitos”, no es difícil pronosticar el
resultado del propósito del nuevo año: otro fracaso que reforzará la convicción
inicial de que “yo soy una persona incapaz de cumplir sus propósitos”. Ad
infinitum.
Es
necesario romper el círculo vicioso. Tenemos que darle a nuestro YO la
oportunidad de reconstruirse a partir de experiencias de éxito. Y, para ello,
es importante desmenuzar el imponente aspecto de nuestros grandes propósitos de
año nuevo.
Es
como calcular la “montaña de pan” –o de cualquier alimento que nos guste- que
hemos comido a lo largo de nuestra vida. Bolígrafo y papel en mano, el
resultado de multiplicar los gramos de pan que consumimos cada día por los
trescientos sesenta y cinco días de cada año y por los años que han transcurrido
desde que nos salieron los dientes que nos permitieron empezar a comer pan
hasta el día de la fecha, arroja un impresionante resultado del orden de miles
de kilogramos. Pues todo eso habremos comido. No de una vez, sino bocado a
bocado, día a día, hasta el día de hoy.
Otro tanto ocurre con los propósitos de año nuevo: De entrada, pueden resultar
atemorizadores, inalcanzables, despertando a ese nuestro “yo” que se siente “incapaz
de cumplir sus propósitos”. Lo que hay que hacer es centrarse en el bocado que
corresponde a cada día, no en toda la montaña de pan. Centrarse en el PROCESO
más que en el resultado. Invitar a nuestro “yo” a que sustituya su creencia en
la incapacidad de cumplir sus propósitos por la nueva identidad:
“yo soy una persona que está desarrollando
nuevos HÁBITOS”.
Y
ese será nuestro objetivo: No se trata, exactamente, de “adelgazar 10 kg.” ni de
“empezar a estudiar inglés” o “dejar de fumar” sino, más bien de “comer de
forma equilibrada”, “avanzar cada día en mi conocimiento del inglés” o “adquirir
hábitos de salud que me beneficien a mí y a los míos, sirvan de ejemplo a los que me rodean y
contribuyan a mantener un ambiente respirable en casa”.
Considerados
desde esta nueva perspectiva, es más probable que nuestro “yo” se sienta más
comprometido con los objetivos propuestos.
Por
eso, nuestra primera tarea consistirá en redefinir nuestros objetivos no como
una meta dicotómica (se alcanza o no se alcanza) sino como como un nuevo
estilo de vida. Darle a nuestro “yo” la oportunidad de que pruebe qué tal le
sientan unos hábitos nuevos para que llegue a ser nuestro colaborador principal
en el diseño de un nuevo modo de vida, con un mayor sentido de protagonismo
vital.
Para
llevar adelante nuestro propósito es necesario tener en cuenta que todo hábito
tiene tres componentes: DESENCADENANTE, COMPORTAMIENTO, RECOMPENSA. El
desencadenante es el activador que puede ser interno -como una sensación:
hambre, aburrimiento, etc.-, o externo –una situación, como ver TV, un determinado
ambiente, estar con ciertas personas o en determinados lugares- que pone en
marcha el comportamiento. La recompensa es el resultado –la satisfacción
sensorial o “moral”- de la acción emprendida.
Para
implementar un nuevo hábito será conveniente, por lo tanto, utilizar un
DESENCADENANTE que ya esté activo. A lo largo del día ponemos en práctica muchos
hábitos que tenemos incorporados y nos resultan útiles: nos levantamos, nos duchamos, nos vestimos,
desayunamos, salimos para el trabajo, comemos, vamos a buscar a los niños al
colegio, vamos a la compra, preparamos la cena, nos cepillamos los dientes…
Además, también se producen muchas situaciones de forma repetitiva –el semáforo
se pone en rojo, suena nuestro teléfono móvil, aparecen anuncios en la tele, se
hace de noche…- que pueden ser utilizadas como desencadenantes del nuevo
hábito.
Nuestro
siguiente paso, por lo tanto, consistirá en convertir alguna de esas acciones
que desarrollamos de manera habitual o de esas situaciones que se producen de
forma natural, a lo largo de nuestra jornada, en DESENCADENANTES que nos sirvan
de aviso para activar un nuevo comportamiento asociado con el hábito que
queremos desarrollar.
Por
ejemplo, si lo que deseamos es “desarrollar hábitos de alimentación adecuados”,
podemos utilizar el momento de la primera comida del día para componernos un desayuno
equilibrado a base de una fruta, un lácteo e hidratos de carbono sin azúcar –ya
sea pan, tostado o no, o cereales-. Prescindiendo de zumos y cereales
azucarados, mantequilla, mermelada y demás sustancias hipercalóricas. Además,
podemos utilizar el momento de fregar la taza del desayuno como DESENCADENANTE
para prepararnos, a continuación, el tentempié de media mañana –algo de fruta o
jamón- que podremos disfrutar en el parque, con lo cual nos evitaremos la
visita a la cafetería con el riesgo de “caer en la tentación” de la bollería o
la churrería. También podemos asociar el momento de ir a la compra con la
acción de “hacer acopio de frutas, verduras, productos frescos…” para tener la
nevera surtida con materias primas saludables.
Si
nuestro objetivo es “adquirir hábitos de salud que me beneficien, sirvan de
ejemplo a los que me rodean y contribuyan a mantener un ambiente respirable en
casa”, podemos asociar el momento de terminar de comer con un buen cepillado de
dientes y el uso de algún producto que refresque el aliento para, a
continuación, salir a dar un paseo por el barrio respirando a pleno pulmón. Podemos asociar la sensación de "necesidad de un cigarrillo" con un repaso de nuestras razones para no encender ese cigarrillo en concreto y con prepararnos una infusión de alguna planta que nos resulte especialmente gustosa. Podemos asociar la vuelta a casa después del trabajo con pasar un rato con los
niños, ayudándolos con sus deberes o jugando con ellos (en lugar de tumbarnos
en el sofá a fumar el “cigarrillo de costumbre”), etc.
En
concreto, lo que necesitaremos hacer es:
1.
Definir nuestros objetivos no como metas
dicotómicas sino como HÁBITOS CONTINUOS que definan un nuevo estilo de vida más deseable en lugar de
un mero logro puntual que, por sí
solo, difícilmente se va a sostener en el tiempo.
2.
Hacer una lista con las acciones habituales de
cada día y otra con los acontecimientos que, por lo general, tienen lugar a
diario. A continuación, elegir algunos elementos de ambas listas para
utilizarlos como DESENCADENANTES de las conductas específicas en las que se
concreta el HÁBITO VITAL CONTINUO que queremos desarrollar.
Veamos
un ejemplo:
DESARROLLO
DE HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN ADECUADOS
·
Cuando entro en la cocina por la mañana, me
preparo un desayuno a base de fruta, café con leche y dos tostadas de pan con
unas gotas de aceite.
·
Cuando me preparo para salir al trabajo me
pongo un tentempié con fruta, jamón o pavo.
Cuando tengo el descanso de media
mañana aprovecho para tomarme el tentempié que me llevo de casa y estirar las piernas por el parque.
·
Cuando voy a la compra me centro en la fruta,
verdura y productos frescos.
·
Cuando veo – en la tele o en internet- recetas
de cocina saludable, tomo nota y las pongo en práctica.
·
Cuando voy a la librería, echo un vistazo a la
sección de “alimentación saludable”.
·
Cuando tengo invitados, les preparo comida
saludable e intercambiamos recetas.
·
… … …
En
esto consiste “crear hábitos”. En seguir adelante con la vida, sin obsesionarse con metas fijas pero centrándose en construir un estilo de vida más satisfactorio, un sentido de protagonismo y una íntima satisfacción moral por lo que se va construyendo. En desarrollar la convicción de que uno tiene el
control de su vida y que importa más el viaje que el punto de llegada.
Seguiremos
explorando otros aspectos de la creación de hábitos de manera que nuestros
propósitos de año nuevo se conviertan en el inicio del descubrimiento del nuevo
“yo” que se involucra responsablemente en el proceso.
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