"...Historias EXTRAORDINARIAS".
Es el eslogan del sorteo navideño de este año; el "leit motiv" que aúna el argumento de tres episodios protagonizados por un pastor, un pescador y una extranjera que avivan en el espectador sentimientos de honestidad, lealtad, compañerismo y solidaridad, aderezados con unos toques de misterio e intervencionismo providente que buscan enternecer al público diana para que active toda una gama de emociones esperanzadoras que lo lleven a creerse partícipe de alguna posible "historia extraordinaria" con el sencillo acto de comprarse un décimo de lotería.
Como cortometrajes, las tres historias son magníficas; como técnica de marketing, el truco es impecable; como mensaje moral resulta todo bastante deplorable.
Es la técnica tan socorrida de la "narrativa": No importa la realidad; lo que cuenta es cómo se adorna esa realidad para hacerla no sólo creíble sino deseable y "verdadera".
Con spots embellecidos por sentimientos altruistas y apelaciones a una especie de destino mágico que ennoblecerá nuestras acciones acordes con aquello que se nos pretende endosar, se monta el truco de magia que oculta realidades menos amables como la ludopatía, el desfavorable cálculo de probabilidades, la frustración subsiguiente al sorteo sin pedrea...
"El mapa no es el territorio", sentenciaba Korzybski en su conocida máxima. Podemos pintar de flores el mapa del desierto pero este seguirá siendo tan árido como siempre, independientemente de nuestro afán por colorearlo.
Los humanos construimos historias, "narrativas"; trazamos mapas simplificados de la compleja realidad que no llegamos a abarcar. Es inevitable. Nuestra estructura cerebral y nuestra cortedad mental nos llevan a explicarnos de la manera más simple posible todo cuanto nos acontece y nos rodea.
También procuramos equiparar nuestras acciones a lo "socialmente aceptable". Es "lógico": es lo más "simple" y nos ahorra el esfuerzo de pensar por nosotros mismos.
La simplificación mental resulta de lo más "económico" a la hora de evitarnos la incomodidad de pensar y, no digamos, de cuestionarnos aquello que se nos presenta como deseable.
Por eso los partidos políticos tienen tanto empeño en controlar los medios de comunicación.
Pero solemos perder de vista que esa normativa social, muchas veces, es el maquillaje de realidades inaceptables aunque se pretenda vendernos como "evidencias científicas" auténticos bulos que la ciencia verdadera va desmontando con el paso del tiempo.
Por ejemplo, aquellos spots de bebidas alcohólicas que se presentaban como "cosa de hombres" fueron abolidos hace ya algunos años. El humo del tabaco que llenaba escenas y más escenas de películas de serie negra -o que acompañaba en su cabalgar a aquel cow boy del anuncio que, en la realidad, falleció de cáncer de pulmón- ha desaparecido de las pantallas y, últimamente, empieza a cuestionarse que el alcohol "bebido con moderación" tenga algún efecto beneficioso sobre la salud.
No digo que haya que acabar con la lotería -o con otras prácticas que se "narran" a través de un maquillaje emocional-. Sólo pretendo dar un toque de atención para que no nos fiemos solamente del "mapa" y que, antes de tomar cualquier decisión, procuremos hacernos una idea lo más cabal posible del auténtico "territorio" en el que nos vamos a adentrar.
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