Nuestra mente: la gran desconocida; maraña de pensamientos, fuente de conflictos emocionales... pero también nuestra gran aliada, amiga leal y guía de sensatez.
En realidad, la "mente" no es algo "extraíble" de nosotros, como lo puede ser un riñón, el corazón o el mismo cerebro. Nuestra mente es el eco interno de nosotros mismos; mi mente soy yo, por más que la psicología se empeñe e conceptualizarla como un ente distinto a nuestra realidad personal.
En el ejercicio nº1 habíamos empezado a familiarizarnos con nuestra mente, con el flujo de pensamientos. Ensayamos la posibilidad de navegar el ir i venir de nuestra mente manteniendo fijo el timón de nuestra voluntad. Atisbamos la posibilidad de imponer la fuerza de nuestra decisión a la corriente de hábitos mentales de dispersión que hemos estado alimentando a lo largo de los años.
En este segundo ejercicio vamos a profundizar en el conocimiento de nuestra mente, en el conocimiento de nosotros mismos, al tiempo que nos abrimos a nuevos hábitos de AUTOCONTROL y FIRMEZA DE CARÁCTER.
RECONOCER LAS EXCUSAS DE LA MENTE:
La primera gran excusa: "YO SOY ASÍ"; es mi carácter, mi personalidad; no puedo evitarlo; un impulso irrefrenable me lleva a actuar del modo (nefasto) en que lo hago, etc. etc.
Por ejemplo: entro en mi cuarto de trabajo y lo encuentro -como siempre- todo desordenado. Me disgusta, pero "mi mente" sale en mi defensa susurrándome al oído: "es cierto que eres desordenado; pero eso es porque eres muy creativo y siempre tienes nuevos proyectos a los que atender". O bien me consuela diciéndome: "No tiene importancia el desorden; lo que importa es el trabajo que estás llevando a cabo en este momento; dedicarte a ordenar el cuarto, en realidad, sería una pérdida de tiempo".
Y, al final de la jornada, el cuarto está más revuelto aún que al comienzo del día...
Otra gran excusa: "YA LO HARÉ LUEGO". Estoy tan absorto en lo que estoy haciendo (leyendo, viendo TV, chateando...) que pierdo la perspectiva de lo realmente importante (echar una mano en las tareas domésticas, charlar con quien necesita consuelo, cuidar mi salud saliendo a caminar un rato...). Y, así, me mantengo en mi pequeño mundo de engaños placenteros ("zona de confort" lo llaman ahora) con lo que me cierro a contribuir a la vida de verdad y, por lo tanto, me privo de muchas oportunidades de crecimiento y mejora personal.
Y, al final, se me pasa el tiempo de hacer lo que debería haber hecho y yo me quedo con un sentimiento de frustración y malestar.
Es lo que se ha dado en llamar "procrastinación". Como ya le han dado ese nombre rimbombante, parece que se trata de una especie de enfermedad -como si dijéramos: "disfemia" (tartamudez)-. Y como no hay medicación contra la procrastinación, nuestra mente asimila la situación convenciéndonos de que: "YO SOY PROCRASTINADOR" (¡qué mala suerte! Me ha tocado eso, como me podría haber tocado tener miopía...).
Y como no hay remedio que lo pueda "curar", cada día que pasa voy consolidando con mayor firmeza mi tendencia a aplazar las cosas.
Idéntico razonamiento se puede aplicar a cualquier tipo de "yo soy" o "yo no soy": no soy bueno para..., no se me da bien..., soy nefasto haciendo..., todo lo que toco lo estropeo ("soy" un manazas), etc. etc.
Otro tipo de excusas mentales frecuentes es el "NO ES EL MOMENTO DE" y el "QUÉ VAN A PENSAR DE MÍ".
Por ejemplo: "Me gustaría estudiar inglés pero, ahora estoy demasiado ocupado; no es el mejor momento".
O bien: "¿Y si no consigo llevar adelante mi proyecto; qué van a pensar de mí?"
Los dos argumentos perfectos para justificar nuestro inmovilismo. Aguardamos "el momento propicio" (no salimos a hacer ejercicio porque está lloviendo o, peor aún, porque podemos resultar ridículos exhibiéndonos sudorosos en ropa deportiva) y, así, alimentamos nuestra molicie o imaginamos dejar a salvo nuestra "imagen personal" (¿qué tal nuestra imagen con una buena "barriguitis" por falta de ejercicio habitual?)
Y, así, nuestra mente, escudándose en preservar nuestro bienestar, nos aparta de todo el esfuerzo o incomodidad que podría entrañar cualquier proyecto de desarrollo o mejora personal.
Dicho más exactamente: nosotros mismos, con la excusa de la "mente" nos buscamos argumentos para reafirmarnos en nuestra pequeñez y evitar complicarnos la vida.
Con lo que, a menudo nuestra vida nos deja insatisfechos.
LO QUE DEBERIAMOS HACER
Entonces, lo que deberíamos hacer sería:
Primero, escuchar los argumentos de nuestra mente (es decir, los argumentos que nosotros mismos nos damos para permanecer en nuestro inmovilismo vital).
En segundo lugar, contraponer a esos argumentos negativos las razones personales que nosotros hemos decidido adoptar como guías vitales para nuestra plenitud vital.
Transformar nuestras acciones conscientes, fundamentadas en argumentos racionales, en nuevos hábitos de vida plena y satisfactoria. Es decir, transformar las viejas "trampas mentales" en "hábitos mentales de vida constructiva".
A continuación, se detallan algunas propuestas de acción. No son las únicas posibles; cada cual puede diseñar sus propios ejercicios en función de las excusas más habituales que atribuya a la voz de su propia mente.
PROPUESTAS DE ACCIÓN
- Comer, hacer ejercicio y dormir de forma regular durante una semana. Evaluar los efectos y tomar una decisión sobre la continuación o no de la propuesta.
- Preparar uno mismo la comida. Cocinarla; no utilizar comida instantánea ni dejar que alguien se encargue de cocinar. Los menos "cocinillas" podemos decidir implicarnos en tareas culinarias auxiliares: pelar las patatas, hacer cosas sencillas (hervir patatas, freír huevos...)
- Lavar los platos inmediatamente.
- Programar ejercicio físico para cada día, en función de la condición de cada cual.
- En cada acción que llevemos a cabo, VIGILAR LAS EXCUSAS DE LA MENTE: (frente a "tengo cosas más importantes que hacer" entender que aunque, en efecto, puede haber tareas trascendentales que atender en un momento dado, NADA ES MÁS IMPORTANTE QUE LO QUE ESTAMOS HACIENDO EN EL MOMENTO PRESENTE y salvo ponernos a salvo en caso de incendio o situación similar, casi todo lo demás puede aguardar unos minutos hasta haber concluido la "pequeña tarea rutinaria" que tengamos entre manos: ordenar el escritorio, secar y colocar la vajilla, barrer el piso, telefonear al pariente pesado...)
De esa manera, estaremos desarrollando una personalidad poderosa y un carácter firme.
Los pilares básicos de una AUTOESTIMA de verdad.
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