Necesito dar las gracias a mis padres porque sin ellos, yo no
sería nadie; necesito dar las gracias a mis profesores porque ellos han
contribuido a modelar mi manera de pensar; necesito dar las gracias a toda la
multitud de personas que, día a día, colabora a mi bienestar físico, material,
mental y espiritual porque sin ellas no sería capaz de afrontar todos los retos de la vida cotidiana.
Y necesito hacerlo porque no hay nada a lo que yo mire que
pueda considerar “mío”: el humilde lápiz que tengo a mi lado es el fruto de la
madera extraída de un árbol en un bosque, del mineral sacado de una mina de
grafito, de la elaboración, la distribución y la comercialización de este pobre
lápiz.
Y, si bien lo pienso, me reconozco lleno de deudas con gente
a la que conozco, con personas a las que apenas trato y con otras muchas a la que desconozco por completo.
Lleno de deudas con objetos que me facilitan la vida, y con energías que hacen
mi vida más confortable.
Y, cada vez que intento compensar una deuda, reconozco que me
estoy creando deudas nuevas.
Sí. Soy un privilegiado cargado de deudas de gratitud con las personas, la naturaleza, las energías... porque vivo gracias a su apoyo y su sustento.
¿Y tú? ¿No eres también una persona
privilegiada? ¿No eres consciente de las deudas que contraes cada día?
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