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"ALGO" TIENE QUE HABER


No había estado mal el viaje. La única pega había sido aquella parada para visitar el castillo. Sí, la fortaleza era espectacular pero el sol que caía a plomo durante el recorrido, insoportable. ¿Cómo puede estar tan desatendido un monumento nacional? Así, sin cafetería, ni nada. Y la máquina expendedora de bebidas, estropeada. Menos mal que la señora que andaba por allí limpiando había tenido el detalle de ir a buscar la llave para abrir la máquina y sacarle una botella. Claro que él buscaba dos botellas pequeñas, individuales, una para sí y otra para su compañera. Pero sólo quedaban de las grandes. Y como él no quería pegarle a ella su incipiente resfriado y como ella no quería que él fuera a ponerse peor a cuenta de algún germen propio, la botella había quedado sin abrir, y él había tenido que acarrearla toda la mañana por almenas, torreones y mazmorras. ¡Kilo y medio de agua, castillo adelante y sin echar un trago! Vaya gracia... En cuanto llegara a la ciudad, se daría una buena ducha y se bebería una cerveza bien fría.

La feria no había resultado tan rentable como ella esperaba. Al principio, sí; parecía que todo iba bien, "sobre ruedas". Pero luego, se había roto el enganche de aquel  cochecito de bomberos y habían tenido que desmontar el carrusel antes de tiempo. Ya sabía ella que algo tenía que salir mal, después de todo. Al fin y al cabo, "siempre" ocurre alguna fatalidad. Y, ahora, allá iba ella, carretera delante, remolcando la pieza del carrusel para reparar el desperfecto antes de la siguiente feria en la ciudad.  Pero lo peor, ahora, era el extraño ruido que iba haciendo el motor del coche que conducía. ¿Estaba saliendo humo por debajo del capó? ¡Lo que faltaba! Si ya sabía ella que el viejo cacharro ya no podía tirar de aquel remolque... Si ya sabía que tenían que comprar otro vehículo de segunda mano en mejores condiciones... Y, ahora, ¿qué iba a hacer ella, con dos niños pequeños, si se quedaban allí, tirados en medio de la carretera? Menudo panorama...

El saldo estaba en números rojos. Había tenido que hacer frente a gastos imprevistos y los ingresos no habían conseguido equilibrar el balance negativo aquel mes. Era lo malo de tener el taller en un pueblo tan pequeño. Sabía que el servicio que prestaba a sus clientes era inmejorable pero la gente prefería llevar el coche a la ciudad para hacer las revisiones. La grúa era lo que le daba más ganancias pero llevaba ya una buena temporada sin salidas. No es que le deseara mal a nadie; pero una pequeña avería que precisara un remolque hasta la ciudad no le vendría nada mal al negocio...

¿Qué era aquel tirón en el coche? ¿Y ese piloto que se encendía de pronto? ¡Avería! El maldito coche fallaba en medio de la cuesta. Pero si lo había llevado a revisar la semana anterior. ¡Vaya fastidio! ¿Dónde habría metido el teléfono de asistencia en carretera? ¿Y cuánto tardaría en llegar la grúa? Encima, ¡el maletero lleno de bultos! ¿Estaría abierto aún el taller cuando consiguieran llegar a la ciudad? Se iban a enterar los del servicio oficial de la marca... ¡¿Para esto se había molestado él en hacer la revisión sólo unos días antes?! Y qué calor... La botella grande allá estaba, debajo del asiento, donde la había lanzado al salir de visitar el castillo. No merecía la pena abrirla: tenían botellas pequeñas en los compartimentos de las puertas. Por lo menos, podrían beber, cada cual en su botella, sin contagios, mientras llegaba la grúa...

¿Un servicio hasta la ciudad? Bueno, mala suerte para el automovilista, buena suerte para el propietario de la grúa. No parecía nada grave. Era sólo una avería, no un accidente. Procuraría hacer un buen servicio, como siempre: tranquilizar al personal, recoger el coche lo antes posible y llevarlos al taller que le indicaran. No había necesidad de angustiarse. Los seguros se hacen cargo de todo y él, Delfín, el propietario de la grúa, presta "el servicio más eficiente con el trato más amable". Ese era el lema con el que quería promocionar su taller... sin demasiado éxito, de momento.

Al principio pensó que se trataba de la grúa pero enseguida se dio cuenta de que era otro coche que se había averiado, como el suyo. Un viejo coche tirando de un remolque, una especie de atracción de feria. Renqueando y humeando se detuvo junto al suyo. Al volante, una mujer con cara de alarma y, en los asientos traseros, dos niños pequeños con los ojos muy abiertos. Casi de inmediato, apareció la grúa. Él se sintió aliviado viendo que el desagradable incidente empezaba a concluir para él.
Delfín, colocó el camión delante del coche que había solicitado su servicio para subirlo con la grúa. Allí había más avería de la que había pensado; dos coches, muchos nervios y bastante disgusto. Más trabajo del previsto pero, fiel a su lema de "el servicio más eficaz con el trato más amable", se dispuso a ir solucionando las cosas una después de otra. Lo primero, siguiendo su costumbre, fue saludar al personal:"Buenas tardes", dijo tendiendo la mano al hombre que bebía nerviosamente su botellín de agua. "Me llamo Delfín"...

"¿Buenas tardes?", pensó para sí el hombre. ¿Qué podían tener de buenas con aquella avería, todo el equipaje, aquel calor y el sentimiento de estafa por lo que consideraba un mal servicio del taller al que había llevado el coche sólo una semana antes para evitarse incidentes como aquel durante el viaje?. Con todo, estrechó la mano que le tendían y sintió que con aquel apretón franco, el hombre de la grúa le estaba infundiendo nuevos pensamientos: No habían tenido ningún accidente; fuera lo que fuera el motivo de la avería, seguro que tenía solución; el seguro se haría cargo de los gastos; no habían perdido tanto tiempo y, además, aún les sobraba agua -la botella de litro y medio que seguía bajo el asiento- como para pasarse allí la tarde entera, disfrutando de un picnic, a la sombra del coche averiado. La verdad era que no tenían por qué no ser buenas las tardes.

"¿Le importa que coloque este otro coche fuera de la carretera para evitar que haya un accidente?" Le preguntó Delfín al hombre que estaba con el botellín de agua en la mano. Este pareció darse cuenta por primera vez de la situación real del otro coche: la conductora ni siquiera había podido meterlo en el arcén. Los niños, silenciosos, habían salido del coche y estaban allí, inmóviles, al sol, contemplando la escena sin saber muy bien qué hacer. Delfín dejó ir el segundo vehículo averiado marcha atrás hasta colocarlo en el arcén. Luego, habló con la mujer interesándose por su situación. No era que  buscara otro servicio; sencillamente quería ser útil, despejar problemas. Al fin y al cabo, era su lema. Le indicó a qué teléfono llamar y procuró tranquilizarla. Luego, enganchó el vehículo que había ido a recoger y lo subió al camión.

Maniobra terminada. El hombre y su compañera estaban subiendo ya a la cabina del camión para dirigirse al taller cuando el hombre observó la mirada de los niños, como temerosos de quedarse desamparados allí, en medio de la carretera. 

El hombre regresó junto al segundo coche y, señalando a los niños, le preguntó a la mujer de la feria: "¿Tenéis agua?"

La mujer negó con la cabeza tristemente.

Entonces, el hombre trepó al camión, abrió la puerta de su coche, tomó la dichosa botella de litro y medio que estaba bajo el asiento, sin abrir desde la mañana, y se la tendió a la mujer.

Las horas siguientes transcurrieron tranquilamente. Delfín se animó pensando que el servicio de aquella tarde debía de ser un aviso del inicio de tiempos mejores. La mujer del segundo coche se dio cuenta de que "no siempre" es todo tan malo; así que se quedó más tranquila, jugando con los niños, aguardando a su grúa, refrescando la espera con una botella de litro y medio de agua.

El hombre del primer coche estuvo echando cuentas: "Un día de calor, una máquina averiada, una mujer amable que se molesta en ir a buscar unas llaves para facilitarme una botella grande de agua, una preocupación por contagios que evita que se abra la botella antes de tiempo, una avería; otro coche que se avería junto al nuestro, un mecánico amable y, por fin, la botella llega a su destino y termina por abrirse... ALGO tiene que haber por debajo de tanta coincidencia... "

Sí; ALGO tiene que haber; y si no lo hay, nosotros deberíamos crearlo...





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