El sol se asomó sobre la cumbre de las montañas para contemplar su propio esplendor en el espejo terso de la laguna que teñía sus aguas con los matices rosados del amanecer. El viento aún no se había despertado para rizar las tranquilas aguas y, en torno a la orilla, el silencio de la noche se demoraba para espiar a los colores de la mañana. El joven Ohrim se acercó al borde de la laguna para llenarse de la paz y el sosiego que transmitía aquel rincón de la naturaleza del que él mismo formaba parte. Al borde del agua, en la postura del loto, se situó frente al sol naciente que comenzaba a extender sus rayos sobre el borde opuesto de la laguna y trató de hacer el vacío en su mente para hacerse uno con el agua, con el sol, con el silencio. Y así permaneció algún tiempo hasta que oyó la voz de su maestro que se ocupaba de encender el fuego para preparar el desayudo para ambos. - Un hermoso día, ciertamente. Demasiado hermoso para desperdiciarlo... El joven, sorprendido, se ...
Narraciones sobre el SENTIDO DE LA VIDA