Una discusión acalorada. Cada uno de los dos contendientes está convencido de su verdad. No son malas personas; sólo tienen creencias diferentes y defienden los valores que ellos asocian a esas creencias. Un árbitro imparcial, un mediador, sin intereses personales en la polémica tal vez sería capaz de escuchar desapasionadamente los argumentos del uno y del otro y ayudar a ambas partes a reconocer sus propios prejuicios y a entender los argumentos del otro. Pero, en la vida diaria -el coche que se salta el semáforo y nos obliga a dar un frenazo (tal vez iba a atender alguna urgencia vital), el vecino que se queja de las molestias que le causa nuestro perro (él no entiende que los ladridos son la manera que tiene de comunicarse el animal), etc.- no siempre disponemos de un negociador que nos ayude a compaginar las demandas del otro con nuestras propias necesidades. Por eso, antes de lanzarnos a la gresca, mejor que contar hasta 100, una buena idea consiste en esforzarse en ESCUCHAR a la...
Narraciones sobre el SENTIDO DE LA VIDA