Solo. Ahora estaba solo. Paredes desnudas, habitaciones silenciosas, horas eternas, vacío insondable. ¿Cuántas semanas habían transcurrido ya? Había perdido la cuenta. Al principio, no era consciente de la situación. Era como cuando le tocaba quedarse a cargo de la casa los fines de semana mientras ella iba a visitar a sus viejos en la residencia. Le dejaba la comida preparada, la ropa planchada, los zapatos relucientes y una nota con las cosas que tenía que atender durante los días que ella iba a estar ausente: regar las plantas, descongelar el filete, sacar la basura, apagar las luces, cerrar la puerta... Pero ahora no había nota; ni encargos ni esperanza de vuelta. Estaba solo. Y todas las cosas parecían estar ahí puestas para recordárselo: la nevera agotada, la ropa amontonada, las plantas mustias... y aquel vacío que se le expandía por dentro como una lepra silenciosa que lo iba devorando con cada raya que avanzaba el segundero de su viejo reloj de bolsillo. ...
Narraciones sobre el SENTIDO DE LA VIDA