El joven Ohrim depositó cuidadosamente a los pies del viejo maestro los donativos que había recogido en el pueblo: víveres, algo de ropa, bastantes desaires y mucho desprecio. Una a una fue sacando de su bolsa las dádivas recibidas mientras les rendía el homenaje de agradecimiento que se merecían. Aquella tarde, sin embargo, la mente del joven aprendiz parecía navegar por aguas bien distintas a las de la gratitud y el maestro no se resistió a explorar las sombras que oscurecían la luz del reconocimiento que, de ordinario, iluminaba el rostro del muchacho al regreso de sus expediciones mendicantes. - ¿En qué tinieblas traes hoy envueltos los obsequios que has traído del pueblo? - Maestro... -el joven novicio parecía revivir en todo detalle una escena reciente- hoy he visto algo en el pueblo que me ha dado que pensar... - ¿Una linda joven tal vez? -al viejo maestro le gustaba poner en aprietos a su discípulo-. - No, no, maestro. Un hombre. Un hombre en el parque. ...
Narraciones sobre el SENTIDO DE LA VIDA